Maximiliano vino, vio, y quiso triunfar. Lo primero que hizo fue declararle su amor a Silvina. La rosarina no se mostró conmovida ni con el poema ni con la canción que el musculoso le regaló. Para acortar distancias con Silvi, decidió pasar con ella más tiempo. Así fue como en la madrugada del jueves compartieron una larga charla en la habitación, donde ambos hablaron de sus historias. Después, el “poeta” comentó esta conversación con Gustavo. “Si la mina sabe que yo quiero estar con ella, y no me esquiva, es porque pasa algo”, concluyó.
Cuando cayó la tarde, Maximiliano demostraría que desde que pisó la Casa de Gran Hermano, entró sintiéndose ganador. No en el juego, sino con las mujeres, como siempre. Mejor dicho con una de las mujeres: Silvina. Desde el primer minuto les dijo a los varones a y a Gran Hermano que ella le gustaba y por eso no dejó de trabajar en pos de lograr su meta: conquistarla.
Es que cuando todos se habían dormido, él quedó en el piso al lado de la cama de Rosario, y desde allí comenzó a acariciarla en la cabeza y el cuello. Ella, que estaba o parecía estar durmiendo, no hizo nada por un rato, pero después, sin abrir los ojos, se acomodó y tapó para no quedar ya al alcance de la mano del presunto ganador.