En busca de la rutina perdida

El trabajo aburre. Al menos eso piensan la mayoría de los chicos, que el lunes se despertaron muy tarde, y con pocas ganas de cumplir con las tareas hogareñas. La excepción fue Gonzalo, que se levantó antes que el resto de sus compañeros, y como premio tuvo que limpiar los “regalos” que Palmito y Malena habían dejado sobre la alfombra.

Después, Gustavo y Roberto demostraron que Margarita es un animal bastante difícil de dominar, sobre todo cuando Ramírez, el ternero, decidió ayudarlos en el ordeñe. La ronda de duchas mostró una novedad: los grupos. Yazmín y Magaly dieron el primer paso, pero en seguida Lucho y Pablo se mostraron ansiosos por acompañarlas. Los cuerpos, por ahora, se muestran prudentemente cubiertos.

Gustavo, que quiere mostrarse como el más trabajador de la Casa, desfila por el living con algunas bolsas al hombro, como un Papa Noel que en lugar de juguetes transporta hacia el almacén los “regalitos” de Margarita y Ramírez.

“¿Quién es Alejandra?” La pregunta se escuchó en la mesa, y explica tanto que los chicos todavía no conocen sus nombres, como que la participante cordobesa no es muy habladora. Todos en la casa, en opinión de Magaly, tienen “cara de atorrantes”.

El segundo día terminó con un ping pong improvisado con chinelas sobre la mesa del comedor. Y en tren de juegos, la redacción de poesías mostró uno de los primeros acercamientos “amorosos” de la Casa. Pablo le dedicó una poesía a Alejandra, que como respuesta, mostró su cara con un color cercano al púrpura.